viernes, 28 de octubre de 2011

El servicio de las nanas en el hogar


Madre es la que cría, no la que pare dicen con razón nuestras abuelas y según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua nana es el canto que arulla a los niños; pero también, en América Central, Argentina, Chile, México, Colombia y Perú, es niñera o ama, aquella mujer que cría una criatura ajena.
Así que, si de crianza se trata, en los tiempos en los que vivimos, las nanas se llevan la mejor parte de la labor de una madre: Criarlos, compartir con los pequeños bebés momentos de su formación y desarrollo tanto físico como psicológico.

Las nanas existen desde épocas inmemorables; parte de la servidumbre, son las que siempre se han hecho cargo de las tareas de aseo y atención de los niños de las familias burguesas y de mantener el equilibrio dentro de esos hogares; muchas de ellas al mismo tiempo empleadas domésticas, relegadas al último lugar, han sido, en sinnúmero de casos, testigos fidedignos e invisibles de todo cuanto ocurría en la intimidad de dichas familias.               

En estos tiempos, en los que el consumismo, la competitividad laboral entre otros factores, hacen que la vida sea más agitada y deje poco espacio para el descanso y la reflexión; muchos padres se ven en la necesidad –quizá, más que antes- de contar con el apoyo de otra persona para la crianza de sus hijos.

Las mujeres afrontan la exigencia de tener que dar respuesta tanto en su labor familiar como en su labor profesional. A diario, vemos que la demanda de la excelencia profesional exige más del tiempo y energías de las mujeres, quienes optan por este camino desplazando su maternidad. Mas, excusa o no, la necesidad económica es otro motivo que las empuja a ese duro desprendimiento de sus hijos.
Y para brindar ese apoyo y llenar la ausencia de las madres, están las nanas, quienes lejos de desempeñar un papel secundario en la vida de las familias, son pilares de éstas y cooperan con sus miembros más vulnerables, los niños. Antes, las nanas llegaban para quedarse toda la vida, pero ahora es muy difícil conseguir a alguna que, además de inspirar confianza, se desempeñe con dedicación.
Unas por vocación y otras por necesidad, terminan siendo niñeras de los hijos de otros, a quienes bridan toda su atención y cariño, aún más que a sus propios hijos; pero también, están aquellas que sin sentir motivación alguna, están cumpliendo ese delicado rol. ¿Cómo saben los padres lo que ocurre con sus hijos, mientras ellos no están?

Pocos tienen respuesta a esta pregunta pero sí pueden tomar sus precauciones, como acudir a centros garantizados para tomar a una nana y evaluar bien a la candidata antes de tomarla; pues muchas llegan a atormentar y maltratar a los niños que se les confía.
Desde siempre, benditas sean las nanas por hacer la labor de madres y ángeles custodios, pues muchas de ellas realmente lo son y trabajan de la mano con las madres responsables de los niños que cuidan; pero, no hay que perder de vista que siempre habrá riesgo en tomar a una persona desconocida al cuidado de nuestros hijos y más aún, que nadie podrá cumplir a cabalidad con la labor de una madre; y frente a esto, surge la pregunta: ¿cuántas mujeres estarían realmente dispuestas a cambiar algunos logros y éxitos profesionales, por atender, ellas mismas, a sus pequeños niños?, ¿cuán posible sería optar por este camino?




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